lunes, 28 de mayo de 2012

POLÍTICA PARA CIUDADANOS/Columna Semanal

[Esta columna ha recibido 2 Premios Nacionales de Periodismo y ha sido censurada por los periódicos Reforma y El Universal. Después de 2 años de estar fuera de circulación, reaparece por la libre en versión digital. Léala todos las semanas en este blog]


Comentocracia versus Tuitercracia

¿De qué tamaño ha de ser el ego de los intelectuales y líderes de opinión en México —la así bautizada “comentocracia” o “Círculo Rojo”— que la mayoría de ellos se ha enfrascado en una guerra de descalificaciones y cuestionamientos a las redes sociales (en especial Twitter), en las cuales no gozan de buena reputación? ¿Cómo hacerles entender que si Twitter no los ama la culpa no es de Twitter sino de ellos mismos, y no por ser líderes mediáticos sino por creer que pueden engañar y mentir a diestra y siniestra sin ser descubiertos o confrontados?

El punto de inflexión de esta guerra declarada fue la reacción crítica de Twitter inmediatamente después del penoso traspié de Enrique Peña Nieto en la FIL de Guadalajara, quien no supo responder a la pregunta sobre los libros que lo habían marcado en su vida. Frente a ello, la primera reacción de los líderes de opinión que venían apuntalando mediáticamente la campaña del candidato priista fue minimizar el hecho o simplemente ignorarlo. Así, por ejemplo, Sergio Sarmiento comentó que “El olvido de Peña Nieto no es más que el reflejo de la ignorancia de los mexicanos”; Ciro Gómez Leyva, por su parte, señaló que “criticar a alguien por no recordar unos libros es puro esnobismo”; Mario Marín dijo que “La derrapada de Peña Nieto es fea pero no determinante”; José Cárdenas comentó que “el problema no es la ignorancia de Peña Nieto, sino de la sociedad”; mientras que Rafael Segovia dijo que “no sólo los políticos son ignorantes”. Por su parte, periodistas como Joaquín López Dóriga simplemente hicieron mutis. Los ejemplos de este proceder son innumerables.
Sin embargo, la estrategia mediática de minimizar o no darle importancia al incidente fracasó rotundamente. Las redes sociales siguieron haciendo escarnio del candidato priista y ahora también de los líderes de opinión que tan descaradamente lo trataban de sobreproteger. La charada era tan obvia que no había manera de no darse cuenta. Fue entonces cuando el Círculo Rojo pasó a la ofensiva, o sea pasó de la defensa de Peña Nieto a la crítica frontal a los tuiteros, misma que no ha cedido terreno hasta la actualidad. El primero en desenvainar la espada fue Carlos Loret de Mola al sugerir que había una campaña pagada para pegar a Peña Nieto en Twitter; posteriormente, Carlos Puig dijo que “La crítica que ha hecho Twitter a Peña Nieto es una crueldad”; Pablo Hiriart, por su parte, inició los insultos: “Fantoches los que lincharon a Peña Nieto en Twitter”; y Héctor Aguilar Camín, los perfeccionó: “Los tuiteros son una masa fanática y autoritaria, unos pandilleros”.

La guerra de descalificaciones se recrudeció meses después cuando las redes sociales mostraron su potencial como espacio público, al generar un gran movimiento social en protesta por la manipulación mediática a favor de Peña Nieto, la así llamada Marcha #YoSoy132, que ha alcanzado resonancia mundial. Frente a ello, de nuevo fue Aguilar Camín quien encabezó las descalificaciones al bautizar a Twitter como “La República del Odio”. Según Aguilar Camín los tuiteros son “un síntoma del fascismo que hay en México”, pues “portan sus insultos con una repugnante certidumbre de superioridad moral, que su lenguaje procaz desmiente”. En una línea semejante, Liébano Sáenz sostiene que “La República del Odio es una expresión de rencor social… La intolerancia que la acompaña le lleva al autoritarismo y se recrea en los incondicionales de su culto. En esta lógica de amenaza, todo se vale si el fin es acabar con el enemigo”.
A juzgar por estas declaraciones, es evidente que los líderes mediáticos en México no han entendido varias cosas. Primero, no han entendido que las redes sociales constituyen la nueva ágora de las democracias modernas, el lugar donde se construye cotidianamente la ciudadanía y se definen los valores sociales. En efecto, las redes sociales nos recuerdan que la democracia no puede edificarse en el vacío, sino en contacto permanente con la sociedad; son el vehículo moderno que restituye a la sociedad su centralidad y protagonismo frente a los déficits de representatividad que acusaba desde hace tiempo. Por eso, si en algún lugar se juega hoy la democracia, entendida como el espacio público-político donde los ciudadanos deliberan desde su radical diferencia sobre todos los asuntos que les atañen, es en las redes sociales, un puente poderoso que pone en contacto en tiempo real a millones de individuos. Huelga decir que la comunicación que fluye en las redes sociales es abierta y libre, pues es un espacio ocupado por los propios usuarios sin más condicionante o límite que su propia capacidad de expresarse. Y no es que las redes sociales vayan a ocupar el lugar que hoy ocupa la representación política, sino que la complementa, la estimula, por cuanto sus mensajes y contenidos ya no pueden ser ignorados por los gobernantes so riesgo de ser exhibidos y enjuiciados públicamente en estos modernos tribunales virtuales.

En segundo lugar, no han entendido que hoy, gracias a las redes sociales, nadie escapa al escrutinio público. No escapan los políticos profesionales, y tampoco los intelectuales y líderes mediáticos. Si antes estos podían engañar o manipular sin ser cuestionados, hacerlo ahora es un despropósito; si antes vivían del oropel mediático en soliloquios perennes, ahora son observados y confrontados permanentemente; si antes sólo requerían la adulación de sus pares para creerse dioses, ahora necesitan ser congruentes para evitar ser señalados. Muchos líderes mediáticos quieren entrar en las redes sociales, congraciarse con sus usuarios, ser populares, pero no saben cómo hacerlo, pues los usuarios de las redes no se dejan engañar fácilmente, la crítica puede ser implacable.
En suma, las redes sociales reivindican al ciudadano, lo visibilizan frente a la sordina consuetudinaria de los políticos profesionales, los medios tradicionales y los líderes de opinión acomodaticios. Las redes sociales ponen a cada quien en su lugar, y si a veces  se exceden al exhibir la pobreza intelectual, moral y periodística de ciertos miembros prominentes de la comentocracia es porque estos cosechan en Twitter lo que ellos mismos sembraron.

8 comentarios:

  1. el poder de estas personas recae en el aislamiento, twitter nos conecta en tiempo real, antes de que la información pueda ser manipulada.

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  2. totalmente de acuerdo amigo :) gracias por el artículo.

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  3. esperarè con ansias la de la proxima semana, es la primera vez que la leo.

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  4. De acuerdo señor, muy acertado su comentario. Un detalle, le faltó mencionar las alavanzas de Ruiz Healy a EPN y lo que descalifica al movimiento #yosoy132 y a los usuarios de TT

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  5. Bien documentada crónica. Personajes que portan a veces investidura de demócratas, no siempre lo son. No creo que Twitter sea una panacea (ni digo que así lo expreses) He visto a muchos adoradores de este nuevo Dios o Diosa (WEB 2.0), pero siguen siendo los mismos (pusilánimes, corruptos, etc) Éstos son parte de esas multitudes libres que se expresan. En pocas palabras: el medio es nuevo, revolucionario... pero las personas somos las mismas. La inmediatez y el acceso hacen la diferencia, pero no ha que conformarnos con eso. #YoSoy132 es una de las primeras grandes muestras, efectos tangibles, reales, de lo que la comunicación efectiva (no información nada más) puede lograr en MX. Que lo bueno siga,

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  6. y seguiremos en la comentocracia y seguiremos siendo la "República del Odio"

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  7. Le faltó también comentar que ciertos "periodistas" como Ricardo Alemán o Pablo Hiriart, descalifican a AMLO porque ciertos "pejefans" los insultan, pero no se atreven a interactuar con quienes como yo, establecemos una defensa de nuestra preferencia por el candidato sin groserías y esgrimiendo argumentos.

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  8. GRACIAS POR HACERNOS RECORDAR QUE NO SOMOS UNO, SINO UNA SOCIEDAD QUE PUEDE DEFENDER SUS DERECHOS Y ENTRE ELLOS LA LIBRE EXPESIÓN.

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