Los Debates y otras mentiras
Nada hay más grotesco que un político en campaña, verlos desgañitarse prometiendo todo tipo de maravillas es un espectáculo deprimente y vergonzoso, un mercado de espejitos donde el que más promete más cínico es. Lo paradójico del asunto es que hace mucho que los ciudadanos en todas partes dejamos de creer en este montaje electoral tan artificial como baladí. Hoy muy pocos nos dejaríamos seducir por las promesas de estos artífices del embute. Hay más verdad en la Profecía Maya que en los compromisos de un político en campaña.
En las democracias modernas los ciudadanos sabemos de los candidatos y los partidos lo que tenemos que saber de ellos, ni más ni menos. El resto es simplemente un ejercicio de imaginación, como puede ser vislumbrar a los candidatos ejerciendo el cargo que tanto anhelan, o sea como los gobernantes que quieren ser, desempeñando las funciones que les competerían. En una palabra, imaginar si tienen o no la estatura y el talento para ser nuestros gobernantes. Es para eso y para nada más que sirven las campañas. Las promesas y los compromisos son sólo parte de un circo de precocidades.
Precisamente por ello resulta ridículo e inútil pedir propuestas a los candidatos. Suponer, por ejemplo, que un Debate entre candidatos es una vitrina idónea para que se expongan a la nación propuestas de gobierno, es falaz. Los ciudadanos sabemos perfectamente qué podemos esperar y qué no de cada uno de ellos, sabemos incluso de qué pie cojean, qué excesos cometieron en el pasado, qué intereses representan, qué fechorías esconden... Lo único que queremos es verlos en un intercambio de acusaciones y cuestionamientos recíprocos que los confronte y ponga a prueba, una suerte de esgrima que nos permita verlos en acción, medirlos en un ambiente hostil y con cierto grado de incertidumbre, o sea más allá de discursos prefabricados y spots estudiados. Pedir más a los Debates es una mentira.
Tan ridículo es suponer que los
Debates entre candidatos son un semillero de propuestas, como suponer que un
ciudadano se deja deslumbrar por un candidato que “firma” sus compromisos ante
notario, o creer ciegamente que un candidato es “diferente” sólo porque lo dice
su lema de campaña. En realidad, se trata de cosas intrascendentes que a la
mayoría de los ciudadanos simplemente no nos dicen nada, son argucias
electorales en las que nadie cree. Por ello, lo realmente importante a la hora
de elegir está en otra parte.
Pongamos el caso de la actual
campaña electoral presidencial. Todo el mundo sabe lo que hay que saber de cada
uno de los candidatos. Es más, quizá sabemos demasiado, razón por la cual
muchos estamos perplejos y temerosos de lo que nos pueda deparar el futuro.
Sabemos, por ejemplo, que Enrique Peña Nieto representa lo más podrido y
corrupto del PRI, que es un instrumento de las mafias priistas para
reposicionarse en el poder, reeditando sus viejas prácticas clientelistas y
corporativas. Sabemos también que la candidata del PAN, Josefina Vázquez Mota,
representa el continuismo de un proyecto político de pesadilla que nos ha
conducido a la violencia y el desasosiego, un proyecto de fracasos y tropiezos
muy costoso para la nación. Sobre el candidato de las izquierdas, Andrés
Manuel López Obrador, sabemos de sus propensiones populistas y mesiánicas, de
sus excesos retóricos y belicosidades, aunque se salva de otros estigmas que endosan
invariablemente sus adversarios del PAN y el PRI. Finalmente, sobre Gabriel
Quadri del PANAL sabemos que es un títere de los intereses del personaje más siniestro
y corrupto del país, Elba Esther Gordillo, razón suficiente para desconfiar de
sus intensiones. Eso es lo que sabemos, el resto nos dice muy poco o nada.
Frente a ese panorama tan poco
halagüeño qué nos queda a los electores que nos tomamos en serio el acto de
votar. Muy poco. Imaginar cuál de los candidatos puede sobreponerse mejor a su
propio designio y engañar la fatalidad que hoy encarna. Así puesto, votar parece
casi un acto de fe. En buena medida lo es y como tal no se alimenta de
propuestas tan vacías como imposibles, ni de spots artificiales y estudiados, ni
de ardides mercadológicos, sino de intuiciones y emociones, cosa que hoy sólo
los Debates pueden suministrar. Que la Providencia nos ilumine.
César:
ResponderEliminarLo que mi me preocupa como mexicano, es que los intereses de la gente, (me incluyo) en el ámbito político, no surgen hasta 3 meses antes de la elección más representativa del país, ¿cómo podemos exigir quién nos debe gobernar?, si lo único que pasamos diciendo 5 años y 9 meses son las típicas frases de: 'no hubiera votado por "X" o 'por qué voté por "Y" cuando en realidad si nos decidieramos a exigir, estar y actuar como ciudadanos, entonces si tendríamos elecciones interesantes porque estarían compitiendo ideales y no payasos de 3 pesos.
La preocupación es que estamos poniendo en el poder, otra vez, a la mercadotecnia y en este caso, estrenamos las redes sociales como vicepresidente, sin embargo, a pesar de las marchas del día de hoy, ¿estamos exigiendo un cambio o estamos navegando con la corriente en contra de alguien? seguimos sin razonar ni exigir lo que realmente queremos, no niego que existan grupos comprometidos, pero ese eco debería sonar no solo como exclusividad de redes, debería sonar durante 6 años con acciones que representen nuestras exigencias, no como borregos navegando en base a nuestro humor diario.
Un saludo César y gracias por dejarnos leerte.