Recientemente falleció el politólogo estadounidense Samuel P. Huntington, uno de los pensadores más influyentes de las últimas cuatro décadas. Entre sus virtudes está el haber escrito libros visionarios y muy polémicos, llenos de sugerencias imposibles de ignorar por la comunidad intelectual tanto de su país como del resto del mundo. Ya desde su primer gran trabajo, Political Order in Changing Societies (1968) se atrevió a polemizar con la corriente desarrollista en boga, al grado de derrumbar de un plumazo las premisas en las que se sostenía. Posteriormente publicó un libro que abrió una nueva perspectiva para entender los procesos de transición democrática del último cuarto del siglo XX, The Third Wave (1991). Dos años después publicó su libro más polémico, The Clash of Civilizations, en el que pronosticó una nueva era de conflictos entre Occidente y el mundo islámico, cosa que se verificaría después dramáticamente con los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York. Más recientemente, publicó un libro sobre la identidad norteamericana, Who we are?, en el que salía a relucir un Huntington sumamente conservador que proponía preservar la cultura norteamericana de las invasiones que por efecto de la inmigración —principalmente de origen mexicano— contaminaban el ser estadounidense.
De todos estos trabajos y propuestas de Huntington, la contenida en su libro sobre el conflicto de civilizaciones fue la más polémica y premonitoria de la situación que vive el planeta desde el recrudecimiento del conflicto entre Occidente y el mundo islámico. El argumento central de Huntington es que: “La fuente fundamental de conflicto en este nuevo mundo no será primordialmente ideológica ni económica... Los conflictos principales de la política mundial se producirán entre naciones y grupos de civilizaciones diferentes. El choque de civilizaciones dominará la política mundial. Las líneas de separación entre civilizaciones serán las líneas de batalla del futuro.” Para Huntington, los hombres pertenecientes a civilizaciones diferentes tienen puntos de vista divergentes sobre las relaciones entre Dios y el hombre, el individuo y el grupo, el ciudadano y el Estado, los padres y los hijos, el marido y la mujer, así como sobre la importancia relativa de los derechos y de las responsabilidades, de la libertad y de la autoridad, de la igualdad y de la jerarquía. Estas diferencias resultan de un largo proceso que dura siglos y no están próximas a desaparecer.
En su momento, resultaba difícil establecer las razones por las que este y otros argumentos de Huntington generaron tal revuelo. Bien miradas las cosas, se trataba de una propuesta muy aventurada, llena de errores de apreciación y portadora de una concepción ideológica neoconservadora muy clara. En efecto, quizá Huntington tenía razón cuando afirmaba que “la historia, en sus dimensiones más amplias, ha sido la historia de las civilizaciones”, pero de ahí no se derivaba necesariamente que la fuente fundamental de los conflictos del porvenir sería exclusivamente de carácter cultural o religioso.
Pero Huntington va más allá, pues propone una estrategia para que Occidente conserve su liderazgo mundial. La propuesta de Huntington, en la que sale a relucir su clara veta conservadora, consiste en que Europa y Estados Unidos estrechen más firmemente sus lazos a fin de garantizar su influencia sobre todo política. Ello supone, entre otras cosas, controlar la inmigración desde las sociedades no occidentales y reforzar y depurar la alianza del Atlántico Norte. Obviamente, en esta lectura, América Latina sigue siendo una zona de influencia occidentalizada pero no Occidental.
De todos estos trabajos y propuestas de Huntington, la contenida en su libro sobre el conflicto de civilizaciones fue la más polémica y premonitoria de la situación que vive el planeta desde el recrudecimiento del conflicto entre Occidente y el mundo islámico. El argumento central de Huntington es que: “La fuente fundamental de conflicto en este nuevo mundo no será primordialmente ideológica ni económica... Los conflictos principales de la política mundial se producirán entre naciones y grupos de civilizaciones diferentes. El choque de civilizaciones dominará la política mundial. Las líneas de separación entre civilizaciones serán las líneas de batalla del futuro.” Para Huntington, los hombres pertenecientes a civilizaciones diferentes tienen puntos de vista divergentes sobre las relaciones entre Dios y el hombre, el individuo y el grupo, el ciudadano y el Estado, los padres y los hijos, el marido y la mujer, así como sobre la importancia relativa de los derechos y de las responsabilidades, de la libertad y de la autoridad, de la igualdad y de la jerarquía. Estas diferencias resultan de un largo proceso que dura siglos y no están próximas a desaparecer.
En su momento, resultaba difícil establecer las razones por las que este y otros argumentos de Huntington generaron tal revuelo. Bien miradas las cosas, se trataba de una propuesta muy aventurada, llena de errores de apreciación y portadora de una concepción ideológica neoconservadora muy clara. En efecto, quizá Huntington tenía razón cuando afirmaba que “la historia, en sus dimensiones más amplias, ha sido la historia de las civilizaciones”, pero de ahí no se derivaba necesariamente que la fuente fundamental de los conflictos del porvenir sería exclusivamente de carácter cultural o religioso.
Pero Huntington va más allá, pues propone una estrategia para que Occidente conserve su liderazgo mundial. La propuesta de Huntington, en la que sale a relucir su clara veta conservadora, consiste en que Europa y Estados Unidos estrechen más firmemente sus lazos a fin de garantizar su influencia sobre todo política. Ello supone, entre otras cosas, controlar la inmigración desde las sociedades no occidentales y reforzar y depurar la alianza del Atlántico Norte. Obviamente, en esta lectura, América Latina sigue siendo una zona de influencia occidentalizada pero no Occidental.
Cabe señalar que las posiciones de Huntington tuvieron una enorme repercusión en la política exterior norteamericana. Asimismo, no deja de sorprender que mientras la filosofía política se ha empeñado en los últimos tiempos en argumentar en favor del multiculturalismo y la integración, Huntington haya mantenido una cruzada por la diferencia y la exclusión. Y sin embargo, la realidad terminó dándole en parte la razón. Los actos terroristas del 11 de septiembre en Nueva York mostraron con crueldad que Occidente estaba en guerra con los fundamentalistas islámicos, que esta nueva batalla marcaría al nuevo siglo y que ni Estados Unidos ni Europa pueden sustraerse de este conflicto so riesgo de quedar arrodillados ante una cultura que desprecia la libertad y considera que llegó el momento de iniciar una guerra religiosa para imponer con la espada la palabra de Mahoma. Por todo ello, Huntington ocupa un lugar destacado en el pensamiento político contemporáneo [Publicado originalmente el 3 de enero del 2009 en El Universal].
No hay comentarios:
Publicar un comentario